Winston Manrique Sabogal me visito en Budapest. Su entrevista para El Pais está aquí.

Desde hace cinco años le regalan tulipanes amarillos. A su madre, también. Es la forma que han encontrado sus lectores para decirle que les ha gustado el libro y que se sienten orgullosos de que él, György Dragomán, sea uno de los escritores húngaros contemporáneos más prometedores y conocido ya en una veintena de idiomas gracias a El rey blanco (RBA, en español, y La Magrana, en catalán). La historia es la de un niño que relata su descubrimiento frontal con la vida en un país indeterminado donde el miedo y la violencia generada por una dictadura han contaminado a la sociedad. Un país que recuerda a la Rumania tiránica de Nicolae Ceausescu, donde Dragomán (Transilvania, 1973) nació y vivió hasta los 15 años. Lo cuenta en el Café Europa de Budapest, donde sus palabras se agrupan en nueve temas.

Origen. “Nací en un territorio disputado siempre por unos y por otros durante muchos siglos. Cuando nací, Transilvania ya era rumana, pero mi familia es húngara. Desde pequeño noté la huella del cruce de culturas e idiomas. Era una vida de temores y prohibiciones bajo el régimen de Ceausescu donde nunca sabíamos cuál era la verdad”.

Mentiras. “La mentira era una cosa tan normal como respirar. La gente decía cosas en las que no creía pero aparentaban su convencimiento. Era la forma de garantizar tu vida. Por eso Yata, el niño del libro, va desenmascarando las mentiras en medio de una sociedad que se derrumba”.

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